martes, 1 de abril de 2008

Bicycle girl (Parte I)

Lo primero que hice al llegar a Huancayo, después de despedirme y quedar con G, fue caminar dos cuadras hacia mi hotel-telo. Iba con mis cosas a cuestas y en brazos, maldiciendo el exceso de equipaje.



No sé que efecto habrá tenido el éxito parcial del abordaje, aparte de hacerme caminar con la frente más alta que de costumbre, que sentí un peso aparte de mi equipaje sobrepesado. Uno siente las sustancias que se proyectan a través de las direcciones corporales y yo sentía varias, muy a pesar de tener el MP3 a muy alto volumen. Me hice el loco en esas dos cuadras, no dirigí mi mirada a donde no fuera la posible ubicación del sitio donde iría a pernoctar porque no quería creerme nada que, para mí, no fuera totalmente cierto, pese a que ya tenía el indicio.



"OBRAS SÍ, PALABRAS NO" era el slogan de un conocido comunicador y empresario de TV que fue (el peor) alcalde de Lima (de toda la historia), y también era el mío desde hace cierto tiempo. El punto es no creer sólo en indicios, pequeñas señales confusas y, ahora sobretodo, en frases como "mira que flaco estás", "como has adelgazado"; lo único que sustentaría suficientemente una postura sería una acción, ni palabras ni miradas capaces de cuestionarse a sí mismas. Era un hombre libre y plenamente desconocido aquí, así que podía pedir más; como dice mi buen amigo Giancarlo Poma: KAS es amor, aparte de una buena acción y un compromiso de razón.



Al llegar al hotel, no pude evitar pensar en que eso no se trataba sino de la natural reacción ante la llegada de un forastero, a pesar de no ser tan diferente al huancaíno típico. Esa idea la deseché parcialmente cuando fui atendido en la recepción con la cara de grata sorpresa de la chica encargada.



- Usted es de Lima, ¿verdad?

- MMMMM, nnnnoo, soy de Arequipa (A ver como le iba con la intuición).

- No, usted me está mintiendo señor...

- Bueno, está bien, me agarraste, soy de Lima. Tengo una reservación en un cuarto ideal para alguien que no verá ni pizca de TV durante algunos días.

- ¿Usted es RR, el de la habitación...?

- Exacto...

- Justo la tenemos lista, espere al encargado para que lo ayude con sus cosas.



Confirmé la otra idea y seguí conversando con la recepcionista, entre sonrisa y sonrisa. Nunca he sido desdeñoso, a pesar de mi tendencia al desdén hacia la gente de mis propios círculos. Me aparté hacia mi habitación simplemente para dejar mis cosas y rechazar la oferta de la recepcionista de desayunar ahí mismo, porque no había salido de mi ciudad para tener que optar por el desayuno continental o el americano. Se me antojaba un buen choclo o un caldo de cabeza de cordero con harto ají, por lo que abandoné el recinto para recorrer la Av. Real.



A las casi ocho de la mañana, ya se respira la vida en una vía principal de cualquier ciudad, en especial de la juventud, cerca a las academias, sedes universitarias y afines. El sol ya cobra cierta relevancia y era mucho más fácil caminar en una calle que se va de bajada hacia las riberas del río Shullcas, para luego llegar al centro, a pocas cuadras del distrito donde me alojaba: El Tambo. Seguí confirmando mis sospechas sobre el forastero, más todavía cuando me atreví a voltear a devolver ciertas miradas que evidentemente, no eran coyunturales, interculturales o simplemente de curiosidad, hasta volverse colectivas, momento en que ya las percibí peligrosas, pese al atractivo de algunas de las mujeres que las dirigían.



Dije "algunas" porque constaté y luego confirmé que la belleza de la mujer huanca es poco tradicional y, en ciertos lugares de nuestra república mermelera, poco aceptada: Cabellos negros, piel que no evidenciaba mayor color que el mate pálido o manzanilla a medio reposar de una persona cuyo único bronceado es el del sol inconstante (a veces con pequitas serranas), ojos color caramelo, miel, melcocha y otras variaciones de carmesí, de contextura generalmente delgada, muy delgada, tal vez hasta el exceso. Aún no termino de responder, el gran problema es que muchas tenían la mala costumbre de los colores falsos, en tintes, en exceso evidente de rubor y carmín, y otras cosas aún más faltosas que ocultaban la belleza natural, por eso sólo "algunas", las que creían en la sabiduría del Apu Huaytapallana.



Desayuné algo ligero, sabiendo que ese día saldría hacia el valle del Mantaro durante todo el día en un tour algo económico y que, de acuerdo a mi falta de movilidad propia, me servía. Antes de las 8:30 regresé al hotel, habiendo examinado ya ciertos sitios para fotografiar, tomando un camino distinto, preguntándome si por la Av. Arequipa o por Paseo de la Breña (paralela y cruce con Real en la plaza Constitución, respectivamente) sería distinto, considerando la verticalidad diferente de esas vías.



En realidad, sucedía lo mismo en cualquier lado, tal como sucedió con la chica de la agencia con la que me topé en la plaza Constitución y luego con otra, situación que era incentivada por la apertura y gusto de las chicas por seguir la corriente con tal de venderme algo. ¿Es que acaso es algo tan incríble? La sonrisita, la mirada media inclinada que bajaba un poco y luego volvía a orientarse hacia mi rostro con más fuerza mientras encendía el cigarro que compraba o mientras me aplicaba el bloqueador en la farmacia (donde me hice amigo del administrador además). No recordaba haberme afeitado ni con la navaja Marlon Brando (ver El Último Tango en París) ni haber ensayado algún paso especial como Jamie Lawson de Small Wonder, hasta que la luz verde llegó...



Era fácil quebrar la mirada si se pemanecía inmóvil en un sitio, mas no en pleno movimiento.



Debía tomar una transversal para llegar a mi base, un par de cuadras hasta la Av. Real desde donde estaba, y a donde había llegado zigzageando tomando en cuenta que el tiempo me sobraba. Al terminar la primera cuadra, casi me atravesé con una bicicleta con una conductora muy especial: Cabello negro muy largo, una casaca roja y, sobretodo, no era delgada como la mayoría de sus paisanas, mucho menos "delgada" (no sé si me entienden), lo que atrajo mi atención, fuera de que casi chocamos, quedándome un buen rato mirándola hasta que... volteó.



Hizo un par de zig-zag ciclísticos al mirarme, bajar la mirada y luego hacer un gesto confuso, dejándome ver un rostro lindo, idéntico al que describí líneas arriba como generalidad de la mujer huacaína. En el segundo zig-zag, caí en lo que la mayoría de hombres caemos ante esas reacciones prolongadas: Temor, temor infundado, imaginario, basado en ciertos westerns, ¿y si estaba esperando a que sus patas me rodeen para sacarme todo lo que llevo encima? No podía ser, parecía que sólo iba hacia su casa, inocentemente, de todos modos no había escuchado más que el sonido de una puerta abriéndose y a dos chibolos saliendo de esa casa...



Entre mis elucubraciones, ella se fue en dirección opuesta, dejándome a una cuadra de mi base y... tirando cintura. Volverla a ver sería muy difícil, pero había que olvidar muchas variables, entre ellas, el hecho de que esto ya no era Lima, era una ciudad quince veces más pequeña y que, presumiblemente, vivía cerca de donde yo estaba.



En fin, tomé otra tangente de consuelo: Conocería a muchas mujeres en el recorrido hacia el norte del Mantaro, y podría sacarme el clavo, pero no este mal habito.




Me permito incluir esta canción porque en la mente, aquella noche, no tenía otra frase en la cabeza que "I want to ride my bicycle girl, I want to ride my...". Esta es la versión impóluta del vídeo que no sé si alguien habrá visto en el Perú; gracias burgueses que nos querían impedir ver los culos de las ciclistas calatas y... a Freddie utilizando una camisa a cuadros en escenario: Por ustedes soy dueño de una primicia más, sigo adelantándome al tiempo y haciendo historia.

5 comentarios:

Kat dijo...

Genio y figura hasta la sepultura?

Frankie dijo...

¿Y cuántos clavos te sacaste?

Elmo Nofeo dijo...

Belmont pudo haber sido malo, pero los que los siguieron son peores. Te menciono dos ejemplos:

- Castañeda te fotografía, Ocrospoma te multa con 700 soles si meas en las calles de Jesus María, pero se han preocupado por implementar baños públicos. Con Belmont, cada playa de estacionamiento era baño público obligatoriamente.

- Belmont te hizo el Trebol de Javier Prado sin mayor publicidad, pero hoy Castañeda te remodela una avenida y se cree con el derecho de colocar en cada poste, 10 Km a la redonda, una gigantografía con su nombre.

Y puedo seguir, pero voy a terminar haciendo un comentario más largo que tu post.

Un abrazo y provecho con el viaje.

Fr@nk M!Ch@ell dijo...

lo mejor del post el video de queen. God Save the Queen

EmPapeLada dijo...

Belmont, el del arbolito, jojojo...

O sea que no soy la única a la que le pasa eso...una vez vi pasar a un pata en una bicla, por mi casa, me miró y me sonrió (encima era lendo) y puxa....eso fue por unos segundos, y hasta el día de hoy me acuerdo de eso, fíjate...

Por ahí vi que el siguiente post era una parte 2 de éste...veamos qué sigue...

Y esa canción es simpaticona. Gora Mercury!! (snif snif)