La que sabe, sabe
Todos tenemos una amiga así, pero no todos la percibimos "así".
Es más, ¿quién no ha cometido alguna vez el error, tan de estrógeno, de referirnos a ella como "un pata más", destruyéndola no sólo como sujeto sexual, sino como mujer?
Osea, una persona que nos conoce y que (oh, maravilloso destino) la conoce, tiene mundo, tiene algo de vereda y hasta crucero peatonal, tiene simpatía y la empatía suficiente para comprender tus problemas y cuando no, el cuajo de decirte "Huevón, me rayas" sin pelos en la lengua, como no, como podría agradar a todo el mundo. Que encima lee periódicos, tiene una posición muy particular sobre las cosas y es ácidamente graciosa, para mi afición personal, y le encanta tomarse sus tragos con uno.
Lo he pensado, paralelamente al caso C, me recorrió el cerebro, el corazón y hasta los órganos genitales esa idea. No son ganas, en verdad; con el ritmo de Oficina-Brit-Universidad-Gym (ya les contaré), nuevamente el sexo ha pasado a un tercer y hasta cuarto plano de prioridad, dando paso a mi estabilidad profesional, mi satisfacción emocional y el mantenimiento de mi estupendo rendimiento en campo traviesa. Simplemente, es la curiosidad por explorar una faceta desconocida con esta persona y la seguridad de que, a diferencia de las anteriores ocasiones (todas, en verdad), nuestro trato personal no se dañará en absoluto.
¿Por qué creo lo anterior? En verdad no lo creo, lo siento, y eso significa que estoy plenamente seguro del asunto. En lo que sí creo es que no siento mucho más por ella, más que un cariño profundo, como el de ella hacia mí, más su yapa, su copito de chocolate: Es KAS, tiene que haber KAS, sin compromisos, ataduras, ni problemas. ¿Seguro?
En verdad, no tanto. Seamos honestos: Yo también cometo errores rebosantes de estrógeno, "de calzón" como diría Julai, el mecánico del carro. ¿A qué se debe? Tal vez a la dieta abundante de pollo de mi casa en los primeros años de los noventa, cuando se rumoreaba que el pollo venía relleno de hormonas femeninas.
¿En qué consiste? Tiendo mucho a pensar en quien ocupa el otro lado de mi cama, cada partido que se juega en mi gramado siempre deja algo que sentir, o al menos para postear en este blog. Este caso es para mí, importante, considerando que, en el remoto supuesto de perder a esta mujer en cualquiera de sus facetas, perdería a una de aquellas que sí dejan dolor en su partida. Mal que bien, si bien esta apuesta no es tan fuerte como la prioritaria, también pongo harto en esa ficha, como con el resto de mis amigas de igual rango.
a) A ninguna de mis amigas las veo como hermanas o intocables. Hermanas no tengo, así que la fraternidad es una idea que no existe en mi cerebrito perverso. Honestamente, admito que mis amigas me parecen atractivas, para muchas cosas desde KAS hasta enamoramiento, el atractivo no es sólo físico; incluso ellas tienen suscripción preferente en caso de querer hacer vida de pareja y en caso de que quieran entrar a la carrera.
b) La amiga que sí sabe está en ese grupo de suscripción preferente, el punto es que ni ella ni yo queremos campeonar el uno con el otro, al menos eso dice ella; lo que es yo, estoy plenamente seguro. Eso sí, de que cada quien quiere romperla con la camiseta del otro, seguro.
c) El problema de la amiga que sí sabe es que, entre las chicas de suscripción preferente, no saldría perdiendo, y si lo hace, sería en semifinales o finales. Hoy por hoy, su ubicación está por ahí, con opción a Champions League, pero detrás de algo muy poderoso a lo que tendría que enfrentarse, de lo que ya les contaré abriendo el mes navideño.
d) No es de esas amigas que se hacen las cortas con uno, que se creen la huevada esa castrante de que "tú eres mi amigo, tú no me quieres horizontalizar como los demás, tú eres bueno". Al contrario, ella te estima, te quiere y hasta quiere comprobar que tan bueno eres en el deporte rey. Para esas, la canción de Timbiriche nomás, y que se mueran de hambre cuando les falte.
Vale la pena, creo yo. Pero también vale lo otro, porque no mencioné una cosa importante: De que sabe, sabe, ya saben a lo que me refiero. Hace tanto tiempo que se necesita alguien que sepa moverse en el campo de juego.
A veces pienso que respeto demasiado a las mujeres. No les tengo miedo, es respeto, excesivo. Eso me pasa por conversar con tipos feministas durante más de media hora.
Y este es un homenaje para la gente que sabe: