viernes, 3 de octubre de 2008

En la guerra del amor... Vale Todo





20-Ene-2005


Contextualizando, estaba de moda La mesa que más aplauda, comenzaba la onda del perreo, de las discos gay. El escribiente aún era puntero, segunda rueda de un campeonato que, antes de navidad, parecía certeramente suyo.


Cuanta inexperiencia.


La sola sensación de estar perdiendo el control de las cosas, la cabeza y, por ahora, la atención de D, ya me estaba forzando a dar mi brazo a torcer, y mi cuello a ejercer una llave Nelson, o como se llame la maniobra esa.


No confío, no confío, no confío, a pesar de todo. No confío en sus amigas, casi todas muestran esas típicas actitudes antihombres ultra refinadas contra mí y sospecho que sólo contra mí. No confío en el retorno del ex suyo, auspiciado gentilmente por L y las pedorras de sus otras amigas, ¿no había sido suficiente ya con lo anterior? ¿A estas huevonas les encanta ver a su amiga camino al cadalzo cada hora?


Y las cosas que pueden ser la peores: No confío en ella, ¿cómo confiar en alguien con quien ni siquiera estoy? ¿Cómo confiar en alguien que es parte de la cadena, y dentro de la cadena está de moda jugar a las bitches? Tampoco confío en mí, ni en mis movimientos, pareciese que la onda navideña y el descolocamiento del ex me rindieron resultados, a la larga, adversos; ¿cómo confiar, si en estos momentos ya había activado el Piloto Automático?


La confianza no crecer en los árboles, ni es un fósil que puedes extraer del subsuelo; es algo de más valor que hay que conquistar, domesticar y hacer crecer.


Ya que no crece, estoy aquí, en la barra, solo. Algunos metros más allá está D, con L, la pandilla pedorra y un par de brocolis. Algunos centímetros cerca de mí, una pareja de homosexuales.


Sept-2008


Sin Alfonso, nos sentíamos bastante menos cohibidos, lo suficiente para hablar de nustras propias represiones.


Hernando: ¿Tú crees que sea necesario que la vuelva a llamar?

RR: De todas maneras. Mira, hagamos algo, yo la llamo y grito nomás para que me diga donde está, ¿está bien? Y ya pues, nos movemos si no está acá.


"Danielaaaaaaaaaa, Danielaaaaaaaaaaaa, ¿dónde estás? ¿Dónde estás?" En eso iba a consistir mi chamullo, pero el celular estaba apagado. Eso no nos ayudó mucho, sobretodo a Hernando, que no pudo evitar especulaciones fatales, y luego confesiones delicadas.


La barra no tenía porque ser mi lugar. En verdad, me sentiría más cómodo en ese rincón de rostros que no se miran, de abrumadora y masiva mayoría femenina, con un espacio para un hombre más aparte de los cabizbajos ya ocupantes.


Había comenzado bien la noche, no tenía porque ser mezquino, pero había cambiado demasiado, lo suficiente para dejar de acogerme. Por eso, mejor arrinconarme al lado de esas mujeres que, de alguna manera, querían enmascarar una realidad de soledad.


Ninguno de nosotros se miraba, los puntos intermedios del espacio adquirían trascendencia, y nadie dudaba en afirmar su territorio en contra del otro, ni yo: Chicas feas y/o gordas antihombres, relegadas por su propia gente para que no caguen ningún plan; más, cabros oprimidos, que aún no pueden aceptar haber asumido la volubilidad de sus amantes, ni el hecho de no haber guardado la boleta para devolverlos.





No era la primera vez que se había internado en aguas demasiado turbulentas, el buen Hernando. Hacía tiempo había intentado algo con una compañera mía de colegio, quien lo adoraba, o al menos eso decía, o al menos eso dejaba parecer, o al menos eso sentía... y nada más. Nunca fue capaz de cambiar algunas pésimas costumbres que tenía, cuyo costo incluso tuvo Hernando que asumir en algunas ocasiones, ni tratar de limar ciertas asperezas para recibir a su aspirante a amante permanente en un ambiente ideal.


Hernando: Es que hay cosas en las que uno se arriesga demasiado, y yo no quiero ese tipo de riesgos. ¿Por qué no puedo pedir yo tampoco que ella cambie algo, en lugar de "aceptarla tal como es"?

RR: Esa es otra frase recontra cojuda...


No era la primera vez que encontraba oro en bruto, era la primera vez que yo escuchaba, en mucho tiempo, hablar a mi amigo respecto a ello. Y confesar que era la primera vez suya en una movida como esta.


Hernando: Mira, no le voy a hablar. Sólo quiero ver si está acá, ella me contó que iba a venir...

RR: ¿Y por qué no la acompañaste?

Hernando: Le dije, pero me dijo que iba a venir con unos amigos y su ex, que le dijo para volver...


Me quedé callado, pensando que sólo podía preguntarle cosas para encontrar una solución.


RR: ¿Cuántas veces salieron?

Hernando: Como ocho...


Por un momento, pensé que se trataba de otro clásico caso de gente que se pasaba de cafés o cines, como a todos nos ha pasado, pero no. Hernando sí que había avanzado, pero su camino igual era ascendente, y para él, había sido mejor no acelerar, pues las piedras, huecos y quebradas se hacían evidentes cuesta arriba...

Cuando terminé mi sesión de meretricio emocional con aquella anfitriona, que trataba de convencerme de lo bueno de ese licorcito de zhumira. No iba a conseguir nada bueno, la bebida ni siquiera me gustaba. Era totalmente discordante el ambiente con mi estado de ánimo, con ese piso convertido casi totalmente en pista de baile, con varios grupos de chicas o mixtos bailando en grupo, disimulando a los malos bailarines y disimulándose entre ellos, ¿y D? ¿Sabría o tendría inquietud sobre mi paradero?


De lo que sí andaba seguro era de que yo sí necesitaba saber sobre su paradero, aún cuando tenga que atravesar esa escalera atestada de gente, ¿no había sido suficiente la lección de Utopía? Parecía que más de dos años y medio no habían sido suficientes. Pisar con cuidado y llegar al segundo piso, al barandal, y de ser necesario, dejar caer mi humanidad a la pista de baile...


Su objetivo no era encontrarla. Así de claro fue Hernando, sólo quería comprobar la veracidad de los hechos y sobretodo, la sinceridad de lo que ella decía, sentía y hacía. Ya no importaba esperar hasta casi las cinco de la madrugada, rodeados de parejas, gente ebria, deschavetada, escándalo callejero en el corazón de Miraflores.


Felizmente no estaba solo, y yo no quería dejarlo solo, no era muy agradable, nada agradable, pisar una grieta y caer tan hondamente, para quedar atrapado en una incertidumbre álgida, sin poder elegir algún movimiento. La labor del rescatista comienza cuando cualquier movimiento del damnificado jugará en su contra.


Salí, no importó demasiado estar a la interperie en esa calurosa noche de verano. Hubiera podido congelarme ahí dentro, el ambiente estaba lo suficientemente caldeado e indiferente en ese pasaje como para sentir cualquier oposición a mi asentamiento. Encendí un cigarro y lo dejé transcurrir lentamente, así como todos los transeuntes nos dejamos circular a cada manera personal. Los grupos iban saliendo de la discoteca, y yo no podía evitar buscar entre ellos a D, la única persona que me importaba en ese momento.


Rayando el alba, el grupo salió, riéndose, con movimientos agresivos, casi vulgares. Lo único que no encontraba de una forma tan manifiesta era la respuesta que buscaba, ni en el acercamiento de ese compacto cuerpo de mujer.


D: RR, ¿dónde andabas?

RR: Estaba un poco cansado y hacía algo de calor...

D: Oye, estuvo bravazo, creo que la continuaremos con Brenda en su casa, ¿quieres venir?


D intercalaba la mirada entre el grupo y yo, no fijó los ojos en ninguno de los dos puntos, a pesar de que no dejaba yo de hacerlo. Vi a L con un pata con el que salía, a Karen matándose de irsa y mirando hacia aquí, y a Jessica, otra integrante del grupo, conversando con otro pata, a quien despedía con una intentona de beso en los labios. Los cuatro aniquilaron la poca confianza que tenía en el resto de ese día cuando vi a L con las llaves de un carro, yendo hacia él y abriéndolo. D miraba de nuevo hacia allá, apurada y conectándome a su apuro con su mano en mi brazo, ¿venía o no?


RR: No, gracias, estoy un poco cansado y mañana tengo que ir a la grabación.


Por ese fin de semana, preferí seguir vivo.


La sentencia de Hernando fue benévola al comienzo de ese domingo: No había hecho el ridículo ni nada menos, sólo obtuvo lo que buscaba, aunque doliese. No se acercó a ella, ¿para qué, si ya estaba en compañía?


RR: La próxima vez que intentes esto, avísame y traigo el carro. Hoy hizo algo de frío.


Era mejor irse caminando, sólo. Era preferible seguir vivo e ileso, por lo menos en lo que quedase de campeonato.


Hernando: ¿Qué hago ahora?

RR: Hay todo un domingo para soñarlo, felizmente. Al menos no tienes que postergar más el asunto.

Hernando: Sabía lo que sentía, ella no se merece mucho, ¿pero yo, qué hace alguien en mi lugar?


Entre Ene-2005 y Sept-2008 hay más de tres años de diferencia; una persona en el segundo momento, en el estado de la otra en el primer momento, una mujer permanentemente tambaleante en ambos estadíos y sobretodo, pese a la carga, al daño y a la confusión, una pregunta común, dicha en palabras diversas: ¿Qué se supone que deba hacer si estoy enamorado?





Pese al contexto de las historias y a ser consideradas algunas como himnos sectoriales, para mí estas canciones no mejor post a aplicar Uno tiene que hacer sus investigaciones privadas para llegar a ciertas conclusiones, y el dolor de estas, comérselo también en la intimidad. Erasure, Love to hate you y, sobretodo, What's a boy in love supposed to do? (Oh, l'amour)... what now?

3 comentarios:

NTQVCA dijo...

Dear Raulín Raulón: El amor duele, el amor mata, el amor sufre, el amor vive, y mi opinión es que usted debe dejarse caer para el amor lo aspire.
Nota: Pense que eso del perreo no existia, ja ja ja. Sorry.

Anónimo dijo...

por más que por momentos al ver la risible película el cantante de bodas cantemos todos al unísono love stinks, estamos propensos a él, no existe ninguna vacuna ante él, o no somos seres cuasi computadores como Sheldon de the big bang theory si es que alguna vez has visto, y por más que jode y saca nuestro lado más cojudo....es paja

Anónimo dijo...

Mi estimado, creo que tu esfuerzos son vanos. Lamentablemente y acaso felizmente, no somos inmunes al amor. Te lo digo tal cual.

Lo que lo hace difícil es el tratar de entender por qué -a veces- no recibimos lo mismo.

En fin...

Paciencia, dicen.