viernes, 29 de febrero de 2008

Me llega al Chómpiras: Municipalidad, APEC, el embudo, el cargador y yo

Cuando vi aquello, me esforcé muchísimo para contener la risa, tanto así que mis ojos lagrimearon inevitablemente.



Fue la primera (y última) vez que fui a visitar a toda la familia de LMS un día sábado de Abril del 2002. Tal vez ayudó el que me presentara, por primera vez en mi vida, con el cabello amarrado y con una camisa de manga larga (fuera del pantalón, claro está, entonces vivía mi adolescencia con todo) que no era de cuadros o negra. Mi persona causo una taquicardía extraña en esa casa, disimulada adecuadamente hasta que, mientras esperaba a mi entonces novia, su mamá (una señora muy gentil y que me cae bien hasta ahora, suya no es la culpa de los desbarajustes de su hija) corrió desesperada a la cocina a dar instrucciones a alguien, las que rápidamente se convirtieron en regaños:



- Pon en la congeladora la gaseosa, no vayas a comprar Pepsi, trae Coca-Cola porque al joven le gusta la Coca-Cola (es verdad, en las contadas veces que tomo gaseosa: Coca-Cola, ¡es sentir de verdad!) y Sprite (cierto, mi elección es clara; vaya que me conocías LMS, ¡me gusta Sprite en tí!)... y pon individuales de tela, ¿cómo vamos a usar los de jebe (sic) ahora?



Recién en ese momento reparé en muchas cosas, como el estante blanco para el equipo de sonido (lleno de stickers, como no) de aquella casa, la costumbre de tomar gaseosa SIEMPRE que haya invitados, las ventanas de tornillo de su casa con marco ovalado como se estila en uno de los San Juanes, algunos aparadores y armarios de plástico beige, las cajas vacias de Chivas Regal y otros licores (las botellas las guardan en otro lado) y, aquí si agarrense, los acabados de mayólica (bien brillosa ese día por cierto). Me extrañaba como no me había percatado de aquellos elementos siendo la cuarta vez que entraba a su sala, muy a pesar de que ninguno de estos existía en la mía (en la cual había hasta hace diez años un recipiente con frutas... de plástico y un cuadro de la última cena, como suele suceder en Jesús María).



- Es que tengo que poner orden, RR. Tú no eres cualquier visita.



En esa anécdota pensé cuando, por cuestiones de chamba, pasé por San Luis. Me torcí el pié cruzando la Av. Nicolás Arriola, rumbo a una conocida empresa cliente de mi oficina en la que debía exponer un planteamiento a presentar y los gastos. Maldije a ese distrito (de mierda, no me gustó jamás de todos modos), a los alcaldes, a los carros de miércoles que casi me atropellan y a esas partes de Lima que, porque su población es de clase popular o "populosa", parece que creyeran que es "justo" que tengan condiciones cagadas (así como los pendejos que creen que la tranquilidad de alguien que vive por el Nacional o el cagódromo vale menos que la de un vecino del Monumental, Mayorasco, barrio feo caray); despotriqué en su contra, antes, durante y después de mi exposición hasta que me vi reflejado en una imagen familiar.



El carro que me devolvía a mis cuarteles ya había pasado ese by pass hasta las huevas de la Av. Arriola con la Av. Nicolás Ayllón y casi se enfrenta con la muerte de alguien: Un cargador de fruta que, a punto de llegar a la otra acera (la zona del mercado de frutas carece de puentes peatonales,a demás) sufrió lo mismo que yo: Pisó un bache, se luxó el pié aparentemente y dejó caer su cargamento, que felizmente estaba bien empaquetado. Mi reacción (sin querer dármela de bueno ahora) fue inmediata, pedirle al taxista que se detuviera para ayudar al pobre tío que estaa haciendo su trabajao, igual que yo; demoré más de la cuenta, puesto que en verdad lo suyo parecía más grave y se trataba de un cuerpo más débil (al menos, las piernas, o debilitado), para luego retirarnos con la sensación de que le salvamos algo más que la vida.



Elegí la cuadra veintitantos de la Av. Arriola para este testimonio, de entremuchos que tenía para hacerlo, por la cercanía con mi caso. Ahora toooooooodo Lima será un triple pandemonio con todas las obras de refacción de ciertos sitios y avenidas, entre ellas la muy peligrosa de la Av. Arequipa y unas cuantas más para recibir "como se debe" a los dignatarios de los países más poderosos del mundo y que más invierten en nuestro país, por la reunión de los integrantes de la Cumbre Económica Asia Pacífico (APEC).



Claro está, el objetivo es dar una buena imagen a estos representantes internacionales, mostrarles la mejor cara y la mejor circulación de nuestra ciudad y así alentar, muy indirectamente, el incremento de la inversión internacional en nuestro mercado y la entrada de él en los suyos, ya con diversos TLCs a cuestas con varios países; por supuesto, es una intención plausible.



Mas, ¿cómo queda Lima frente al propio limeño? Y no me refiero a cualquier limeño, sino a uno que tiene en común muchas cosas con los señores de APEC y sus interesados: Dedicado económicamente, y que busca mejoras en este aspecto, generalmente dedicado al comercio mayorista o minorista. Alguien como un frutero de la Av. Nicolás Arriola, o un vendedor de ropa de Gamarra, o cualquier minorista que vaya a abastecerse de prendas allá, o simplemente un emolientero que alivia el hambre matutina de algunos en la Av. Abancay, comerciante de a pié, de trato directo con el usuario y proveedor de productos de necesidad inmediata. Piénselo usted, lector, lectora, público culto y sensible, detenidamente.



Con cosas que suelen suceder en nuestra querida república mermelera. Lo peor de todo es que tuvimos como cinco años para hacer todo lo que se pretende hacer en sólo un año, y eso, en verdad diez meses.



Me pregunto qué gaseosa habrá tomado el pobre mejor amigo de LMS entonces y ahora, y si pudieron conseguir los litros necesarios para satisfacer su amplio campo de almacenaje...



Por cierto, ¿esa municipalidad no chupa un huevo de plata por el mercado, las vulcanizadoras y los restaurantes? El papá de mi amigo Chano parece tener razón nuevamente: Los municipios son tierra de nadie.



Y así es la ley del embudo: Lo ancho para el que tiene, y lo angosto, pues para el que no pudo...

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