Profesionalismo: Enfrentando a la deshidratación
- No te enfermas muy seguido, ¿verdad?
- No, no hasta el momento. Sólo una vez tuve síntomas similares, cuando era chico, ni siquiera estaba en Lima. ¿Tiene que ver con el cigarro?
- No, no, más bien parece que has estado tomando muy poca agua últimamente...
El doctor estaba en lo cierto, y ese factor había dejado de ser sólo un gaje del oficio. Como muchos de ustedes sabrán, suelo preferir el trabajo de campo a tener que pegar las nalgas a un mismo asiento y la mirada a un mismo ordenador, el viaje por una ciudad que nunca termino de conocer siempre tendrá algo de prioridad; el gran problema es que esta semana dejó ver su lado negativo.
Será mejor revisar los elementos que combinados, anunciaron el decaímiento:
- Encorsetado en un traje de lanilla y/o casimir, una camisa que en muy contadas ocasiones será perfectamente ventilado, amarrada por una corbata en el cuello, complementada con esos duros zapatos de vestir, aunque amplios, siempre proporcionan una cuta de prisión.
- El tóxico ambiente de las inmediaciones del Alzamora Valdez, de la mayoría de calles de La Victoria y, sobretodo, de la Av. Canadá (por alguna razón, esta avenida me parece casi tan intratable como la Av. Huacatay). Claro, y aunque parezca un lugar corriente entre los bloggers, sin excluir el horno nazi que puede ser un bus.
- Un calor que llegó a los 28º (30º dentro del saco).
Resultado de la combinación: El doble de sudoración y sensación de sequedad que en ocasiones normales.
El hecho de estar pendiente del trámite y de las vueltas que me quiera largar algún secretario que guste de pasarse de gracioso, o la atención ferrea a los detalles de cada expediente que reviso arriba o abajo, suelen absorver la totalidad de mi atención, en detrimento de factores tales como el peso de los documentos, el tiempo, la distancia hacia el lugar más decente para comer y, sobretodo, el elemento hídrico. Yo mismo era un reflejo de la humanidad actual: Con poca agua, la necesitaba más, para algo de verdad y no por mero antojo (en el cual había desperdiciado una buena dosis), y para el inicio de la tarde, beber era más importante que comer (se puede vivir sin comer, pero no sin beber).
"Al menos en la Av. Canadá venden San Luis con gas y mucho KAS" pienso en el bus, mientras veo a la gente que ocupa ese bus (libre de basura), a la altura de la Av. Isabel La Católica, llegando al cagódromo. ¿Por qué es tan fácil para casi todos ellos, con sus bolsas, sus trajes de fibra sintética, su manifiesta transpiración, vivir sin agua? Y el cobrador, como casi siempre, cero sorbos, ¿es que a esa deshidratación se debe el comportamiento de los cobradores a partir de las 4:00 pm? Los únicos con agua, una botella como distintivo, son los otros personajes del mundillo jurídico: Dos patas con camisa de manga larga y una chica, mandando un mensaje de texto y bebiendo de su botella, con cara de enojo contra ese jefe que no la manda en taxi (y que, casi por descontado, le exigirá los boletos de los buses que tomó).
Bajamos los cuatro en un paradero común: Av. Guardia Civil, el paradero de INDECOPI. Piso fuerte y siento el impacto en la pantorrilla derecha, después del acto reflejo primitivo (ponerme la mano en el lugar del dolor), ejerzo el adquirido, buscar en mi bolsón la botella que todavía no había comprado. Si no encontraba otra botella, el día sería más largo de lo que hasta ese momento era.
Los dolores en la pantorrilla continuaron durante ciertos días, a los que se sumaron una leve sensación de fatiga y la acumulación de sal y pellejito suelto alrededor de mis labios. Decidí ausentarme del gimnasio durante ciertos días como medida de prevención y ante otro síntoma extraño: Mi creciente sensación de irritabilidad, la cual no se debía necesariamente a la falta de agua, sino a las circunstancias mismas de mi misión principal ejercida, casi literalmente, "a secas".
En los siguientes días, me sometí a diversos agravantes, tales como comer cebiche y ser sujeto de interrogatorios sobre ciertos temas de los que es mejor no hablar, de consumir porciones considerables de queso serrano delicioso al llegar a casa, y de seguir con esa rutina que parecía más llevadera en mi etapa de trabajador dependiente. Los calambres se sucedieron, mi estómago se hizo algo intolerante a la sal, al pescado, a la cerveza que me ofrecieron algunos amigos del cole el fin de semana, al chocolate que alguien me ofreció el sábado y finalmente, el incremento de la necesidad de descansar y de visitar a un médico...
Como que había que rehacer mi relación con el agua dulce en general, como suelo plantearme cuando trabajo y estoy más lejos del agua, ocupante del 60% de mi espacio corporal y del 32% de mi chamba. No es extraño que me obsesionen las imágenes de espejos de agua, a cuyas fotos acudí ultimamente en busca de cierta distención por esta mezcla de acontecimientos, mientras tomaba mi jugo de naranja (cítricos, ¡más y más!).
¿Mi "tinaco" favorito? Tingo, aunque en los últimos años haya pasado por un proceso de "ornamentación", sigue siendo mi retiro favorito. Eso sí, a pesar de la metamorfosis similar a la mencionada, la fuente Tradiciones del Parque de la Reserva siempre será especial (foto de abajo).
En fin, la esperanza es certera: Alguna vez, tarde o temprano, recuperaré mi nivel acuoso, tendré un tiempo para visitar las gélidas aguas de alguna laguna de puna, o de un mar tranquilito, solitario, individualista. Mientras tanto, sólo queda levantarse y salir al sol, antes de saltar de cubierta...
3 comentarios:
Tambien ando necesitado de líquido, pero lo mío se debe a la medicación que estoy llevando, U.U
sudoraciones y retiros al margen, este último tiempo la Av. Canadáse está volviendo un caos, hasta sus propias marchas tiene, ahí frente al instituto de energía nuclear a cada rato hay unos huelguistas que joden pero en fin, si es algo justo, pues ni modo.
Será motivo para unas aguas, no?
Hablamos colega!
Publicar un comentario