viernes, 11 de mayo de 2007

Los jodidos recuerdos y remembers

Hay una cosa que el presente no puede obviar: El pasado.

Hay un lugar en la vida de las mujeres que nunca podría ser invadido: Su memoria.

Hay algo muy peligroso para una mujer cuando esta con uno: Ciertos recuerdos suyos.

Hay algo más peligroso aún, para cualquiera: Necesitar avanzar hacia el pasado.


Todos tenemos recuerdos y personas a las que recordamos bien o mal, eso es inevitable. El recuerdo es parte del pasado que vuelve cuando el presente es un poquito insuficiente o incompleto en algo, el deseo de volver a vivir cierta sensación o cierto hecho porque el que existe ahora posiblemente no es tan satisfactorio. Al menos eso pienso.

Tal vez esto no sea de tal manera, opino así porque en mi no muy abundante ni reciente pero sólida experiencia en cuanto a relaciones sentimentales, siempre procuré enterrar todo lo anterior, "finalizar la historia", para empezar de nuevo y sentar un precedente a partir del cual comienza todo. Jamás di lugar a mención o recuerdo de otras personas, cercanas o lejanas geográficamente, al menos en estado de comodidad cuanto menos, un grado menos que la felicidad, dos menos que el placer y ocho menos que el orgasmo. ¿Por qué? Pues por considerarlo una falta de respeto a mi pareja presente.

En estos cinco años, debo confesar que he vivido como muchos de los mejores personajes de Almodovar: De mis recuerdos "porque son lo único que tengo" (dixit Carmen Maura en La Ley del Deseo), de deseos de repetir o volver a un tiempo donde fui feliz aunque entonces no lo hubiese creido así, de nostalgia y, más que eso, de tristeza por haber perdido tanto por nada. Cuando no hay nada en el presente, nulidad, conjunto vacío, sólo queda conformarse con lo que fue; cuando no hay comida del día, simplemente queda comer de lo poco que sobró de ayer o de anteayer, si es que no se quiere morir de hambre o de sufrimiento.

Muchos de mis mejores días de este lustro, en sus fases más oscuras, los pasé junto a M-I cuando volvió de Italia, antes de su casamiento y su salida definitiva de mi vida (lo que no signfica que no tenga un post pendiente), aunque nuestros encuentros siempre fueron marcados por el descarte de la posibilidad de volver a nuestro estado original, por más íntimos que fueran. Casi dos años después del final de nuestra historia (la cual, al igual que la canción de José Augusto, seguirá en mí mientras yo...), ella volvió de Italia, donde vivía con su familia materna y estudiaba escultura y cumplía algunos de esos sueños que en un país como el nuestro simplemente no tienen lugar. Después de todo lo que había pasado con Little Miss Sanchains y del tratamiento inútil de olvido, pues no había mejor clavo para sacar a esa estaca que la vuelta de una divinidad, por esos tiempos, de esta casa; cuando leí su mail, sentí extrañamente el calor de esos abrazos suyos, el sabor de sus ravioles de espárragos, ese olor especial que existía en aquel espacio entre sus labios y su nariz.

Llegué a esperarla en el aeropuerto, un día con un frío espantoso. Felizmente, sólo estuve yo, había adelantado su llegada para sorprender a su familia de Lima, por lo que esperaba una estadía de lo más dulce. Al verme, no soltó sus cosas como en el comercial ese de Pepsi, sino que se dirigió a ellas conmigo, fui cauto y no intente ningún beso extraño ni ella dio lugar a uno por su parte. Aún así, seguí esperando algún momento de debilidad que se preste a una señal afectiva, aprovechar alguno de esos silencios en el asiento de atrás, que se iniciaban con un "y ya pues... sí", que me dejaban paso a acción, a agarrar su mano o abrazarla y preguntarle si se acordaba de no sé que de nosotros, Sin embargo, esa noche, no dejó de ser espantosamente fría, aunque me quedó la esperanza de que nos volveríamos a ver el viernes de esa semana, porque a pesar de todo pensé que su trato era "frío" porque tenía otra cosa pendiente, como la llegada a casa.

Había confirmado esas sospechas aquel viernes y había puesto más carbón en el horno de la esperanza de reconstruir aquello. En efecto, casi toda había pasado igual, desde nuestro paseo por los malecones hasta observar la cruz del Papa desde alguna banca, discutiendo sobre lo divertido o no que podría ser bajar hasta la playa en un día tan frío que había hecho que nuestras manos con guantes se pusieran las manos del otro como abrigo. Ese día reaparecieron esos curiosos gasparines para la vida de uno, aquellos que sólo pronostican finales felices, retornos a etapas dichosas, pero sólo llegan a especular sobre ellos, nunca asegura nada.

La diferencia con otras ocasiones y la existente entre las espculaciones y la verdad la descubrí después de la medianoche. El silencio que reinaba sobre esa cama no se debía precisamente a la incomodidad que puede traer en algunas personas el post orgasmo al lado de un desconocido, pero era algo muy cercano a ello. M-I estaba de espaldas a mí, tratando de decirme algo entre balbuceos de casancio, mientras acariciaba la hondura de su horizonte para luego detenerme con su súbita incorporación. Me contó que en verdad había vuelto a Lima con la intención de distaciarse de alguien con quien ya llevaba cierto tiempo de relación en Torino, lo cual hizo explotar una bomba ácida en mi estómago hasta anesteciarme todo el pecho y me obligó a tratar de evadir lo que sabía que vendría con preguntas introductorias (¿Cómo se conocieron? ¿Cuántos años tiene? ¿Trabaja en la misma sección que tú? Que fueron respondidas con cierta frescura cómplice de esa indulgencia de la que también necesitaba M-I), confirmando después que no había necesitado demasiado tiempo para descubrir que su huída no le había servido para dejar de pensar en él hasta esa noche. Sin embargo, no podía haber lugar para engaño, ella me seguía conociendo tal como hacía más de dos años y se conocía a ella, podríamos estar dispuestos y muy felices de volver a estar juntos en un momento así, pero eso no duraría mucho en momentos difíciles.

Regresando a casa, después de dejarla a ella, pensé en ciertos indicios que me obligaban a olvidar un reintento. El hecho de, a pesar de todo, nunca habernos tomado las manos al caminar, ni abrazados, los no besos, haber ido a un telo en vez de ir a su casa o, sobretodo, a la mía, sabiendo cuanto le gustaba estar aquí. En nuestra relación, no había lugar para hoteles, un estrato indeciso y muy liviano para gente que busca algo más que un raspa y gana o una respuesta a sus preguntas.

Esa señal de peligro creo que fue percibida por el italiano novio de M-I, con quien meses después superó los los momentos, se casó y tuvo una hija. Seguimos comunicándonos por mail, cada vez de manera más fría, hasta que nuestro nexo llego al cero absoluto y terminó desintegrándose en mil astillas. Aparentemente, ambos dejamos de necesitar del pasado.

Volviendo a leer esto, me mato de risa. Paradojicamente, hoy lunes tuve tanta nada que se me ocurrió recordar a M-I y el único remember*** de mi vida, silly of me.



Bienvenida a este blog, M-I, y perdona la postergación. De todos modos, sabes que eres más importante, hasta que...


***Remember: Encuentro sexual con una ex pareja. En realidad, sólo vine para un remember con ella, de otro modo hubiera pasado de largo.

(Agradecimiento especial: Úrsula, bloggera peruana habitando en Chile, su comentario me cayó de perillas para terminar este post. Gracias!)

2 comentarios:

Eva María dijo...

yo recuerdo algo parecido...
y ahora que te leo, me quedo pensando en la cantidad de veces y modos que ocurren los recuerdos. De los remembers, eso sí debo confesar, no soy precisamente partidaria. En todo caso entiendo que un remember implica algo de sentimiento; no es una recaída, que es algo que no lo implica y que quizás varios hemos tenido una que otra vez.

En todo caso, mi estimado, creo que nunca constituye una receta adecuada eso de las estacas y clavos. Por lo general, siempre alguno paga pato.

Martín dijo...

Fabuloso, me encantó, puedo decir que saboree cada línea, cada párrafo. Me gusto mucho Raúl. En fin, robaré algunas ideas... Sabes, yo tuve un remember que duró más que la relación, ¿no es curioso?

Saludos cordiales.