domingo, 20 de mayo de 2007

El shock de las psicólogas: Elección difícil

Ya que mucha gente insistió con esto de conocer a ciertas personas, daré satisfacción a sus ganas de conocerlas a ellas, las dos mujeres interesantísimas que he conocido y me han forzado a dicha confesión. Por su puesto, no entran en este rango a quienes que conocí ayer, divertidas e interesantes, pero con mala fortuna de conocerlas en una noche de discoteca por mi cumpleaños, donde el trato nunca llega a ser tan sinceramente cercano como para considerar haberlas conocido de verdad.

¿Saben sobre el Shock de Inversiones? Algo parecido comienza a tener lugar al parecer, algo llamado El Shock de las Psicólogas.

Si con algún grupo humano guarde más reservas que con cualquier otro es con el gremio de psicólogos, sean como fueren, los psicólogos a mí son como los abogados a la gente normal. En estos ya veintivarios años míos, puedo considerar que he visitado más veces consultorios de psicólogos (e incluso, de psiquiatras) que oficinas de abogados y médicos que visitaré en toda mi vida, por distintas y variopintas razones: Rendimiento escolar superlativo para el lugar donde estudiaba (sic), extraño nivel de inteligencia (sic), dificultades de socialización, estrés preadolescente, inadaptación, reacciones hostiles, ansiedad, más ansiedad, depresión, consulta vocacional, más depresión (gracias Little Miss Sanchains), falta de sueño, frágil autoestima y finalmente, gastritis. Siempre me quedaba la sensación, después de cada sesión donde gastaba dinero valioso, de haber perdido el tiempo con un extraño y con la incapacidad de abrir mi persona como podía hacer con una amistad, similar a lo que se siente cuando se aborda a alguien que no presta atención y sin embargo se sigue ahí, tratando de prolongar un flirteo que había nacido muerto.

Tampoco en lo personal me cuajan mucho la gran mayoría de psicólogos, excepto los de la especialidad de Psicología Social y otras gloriosas excepciones. Creo que esto último creció en mis años de universidad, siendo yo estudiante de Derecho en la Católica, una universidad que en su gran sede cada vez menos verde congrega a los estudiantes de todas sus carreras, tenía mucho contacto con los y las estudiantes de psico. Lamentablemente, hasta cierta edad uno nunca esta libre de prejuicios y ya había edificado un preconcepto de ellos gracias a los que conocía y lo que veía en su conducta: Gente bastante fresa***, poco graciosa, de esos horrorosos seres humanos que siempre quieren caer bien (y generalmente lo logran), mujeres huecas y aniñadas a quienes les encantan los niños y lo positivo de la literatura de Paulo Coelho, hombres descritos por Los Prisioneros como mierdas buena onda. Por eso, nunca me inspiraron demasiada confianza o simpatía, aparte de saber que en su cerrado circulo mental, era poca la gente que entraba sin ser examinada o detenida por cualquier rasgo distinto en su personalidad y, en contraparte, a mí me encanta la gente extravagante.

En ciertos años anteriores, mi feria roja, mi período de primavera interior solía iniciarse a comienzos de Abril, tiempo en el cual caía rendido a los pies de alguien y mi personalidad solía cambiar. Este año no hubo y, como los dueños de la Feria del Hogar, pensé cerrar definitivamente cualquiera de mis actividades carmesí y así no crearme desilusiones perjudiciales para mi salud. Esta intención comenzó a irse al tacho el 4 de Mayo, cuando conocí a A, la primera psicóloga.

A tiene veintipocos años y lo primero que me encantó de ella fue su modo de hablar sobre ciertas cosas suyas sin sobresalto alguno, como de su tendencia a engordar y su gusto por los chicharrones, esa simplicidad de manifestaciones y falta de intención de socializar para discutir, cosa que parece disfrutar. Es algo gorda, tremendamente sexual hasta donde puedo intuir (en realidad, siempre estoy seguro de ello con una mujeres gordas, que me encantan), cabello oscuro lacio peinado con un simple moño que mostraba sin complejo alguno su redondeada y lisa frente, rostro delineado por varios trazos circulares, sobretodo en las mejillas y en los párpados, los cuales parecían dibujar lunas nuevas a punto de noches sin dormir por los exámenes parciales. Después de despedirme de ella, pensé que era de esas mujeres por las cuales podía uno vender sus televisores, cerrar este blog, desconectarse de la red, sólo para comer con ella, seguir la sobremesa hasta la comida siguiente y luego ir a la cama, para quedarse lo más despierto posible con ella después haber hecho salvajemente el amor. Es Escorpio, signo con el cual creo que también es hora de probar.




¿Temores y riesgos respecto de A? Varios. Entre otras cosas, que dicha frialdad que muestra al expresarse sea algo cotidiano en su vida, que se le salga lo psicóloga y termine analizándome. Otro punto en contra es el hecho de estar en la especialidad de psico en mi universidad, en la cual tengo mucha gente que, digámoslo así, tampoco me tiene en gracia y más aún, son de lo típicos que ven como "lindo" el hecho de que la gente se empareje dentro de la especialidad y no hacia afuera: Dos factores, el primero más decisivo que el otro, donde entran a tallar terceros y pueden ser más determinantes de lo que parece, aunque A no parezca tan influenciable, ya he pasado por esto con otras mujeres incluso con "más personalidad".



Cuando pensé que A ocupaba comodamente la punta del campeonato, un día sábado decidí ir a una protesta callejera contra dos tiendas por departamentos por su publicidad racista, segregacional y engañosa después de una larga deliberación. Ya había salido de la clase sabatina de Mr. Fat (es un hombre que me parece estupendo y si Sarah Jessica Parker conoce a un Mr. Big, yo conozco a un Mr. Fat) y después de reparar en que sí me alcanzaba el dinero para el almuerzo y todo, me dirigí a ese lugar en San Isidro. En plena protesta me topé con J, con quien me puse a conversar sobre las estrategias publicitarias de ciertas tiendas, de los productos verdaderamente monses que vendían y de cosas referentes a dicha actividad. La suerte volvió a jugar a mi favor: J se iba por la misma ruta que yo, en un comienzo tendríamos que tomar el mismo micro, pero luego accedió a una agradable caminata hasta otra avenida que estaba a ocho cuadras, la Av. Arequipa, la cual recorrimos lo más lentamente posible, sobretodo yo, pues hacía mucho no tenía una tarde sabatina tan cómoda y divertida.

J es algo bajita y algo delgada, sin dejar de lado ese rollo coquetón que tienen las mujeres en el vientre, como me gustan. Detrás de esa mirada madura y el moño atravesado con el que sostenía su lindo cabello negro, esconde una extraña ansiedad por algo, un ánimo contagiante y positivo que creo confundí con el temor de perder cualquier instante de su vida. Definitivamente, me encanta su vestimenta, su buena costumbre de mostrar los brazos y sobretodo esas botas anaranjadas de plataforma baja (no sé mucho de nombres de zapatos) que calzaban perfecto con identidad: Ni una putona taco 9, ni una niña melosamente cándida de zapatos bajos, la mesura era lo suyo. No sentí ningún rastro de ocultamiento o mentira, su mirada es directa y su sonrisa amplia, sin buscar disimular o parecer más estética, lo que creo es lo mejor de las sonrisas femeninas. Estoy hablando de una ya licenciada en Psicología, J adora su trabajo y tiene claros sus propósitos y convicciones, aunque a veces tengo la sensación que eso le absorve casi toda la vida. Me gusta que ella sepa no sólo de la personalidad individual, sino que su cerebbro actúa como un socióloga inevitable por su atenta y poderosa observación de las cosas. Es Sagitario del mes de Noviembre, si bien es cierto tuve históricos problemas con mujeres de este signo, todas ellas nacieron en Diciembre; en cambio, dos de mis mejores amigas y J son de Noviembre, por lo que no tendría porque hacer mucha reserva.

¿Temores? Pues, debo confesar que forcé un poco aquella y otras circunstancias, y no sé porque desconfío tanto de mis propios artilurgios. Puede que me haya topado con una chica a la que las relaciones sentimentales (ya) no le interesan. Aparte, como dije, tengo la paranoia de que me haya podido ir analizando, lo que si bien es cierto es una tenue señal de interés, también puede haberme sacado la línea y bajado ya el pulgar.

Bueno, es cosa de seguir a ritmo constante, no perder la cabeza por señales que no existen. Por lo pronto debo admitir que J tiene ya cierta ventaja y que realmente no me incomodaría la sola amistad de ninguna de los dos, pues las conozco y he aprendido a ser amigo de las mujeres (qué triste sonó eso, jajajaja). Pero en fin, no descarto.

Estoy detrás del corazón, moviéndolo lentamente...


***Fresa: Persona tiernamente tonta o ingenua, que a veces puede parecer interesada en la paz mundial. Cree demasiado en juntar a la gente, más fresa no puede ser.