domingo, 5 de agosto de 2007

Habinhas brasileiras


Debo admitirlo a riesgo de ser lapidado por muchos conocidas y, sobretodo, conocidas mías: Odio a los brasileños. Odio su forma alegrona de ser, odio su supuesta apertura de mente, odio su mentalidad playera, y por sobretodo, odio que sean tan correctos, que esa pendantería que tienen y nutren día a día (en muy buena parte, gracias a gente de otros lados, y eso no es culpa ni de paulistas, ni de cariocas, ni de bahianos, ni de pernambucanos), y que camuflan de una manera tan sistemática como sus prejuicios.



Vamos, a los argentinos no hay que odiarlos, sólo compadecerlos: Son como peruanos, con la diferencia de que la mayoría de nosotros sueña con la cultura yankee y ellos, pues con la cultura europea; eso, sin quitar que para ellos, la ignorancia y las pendejadas como la mano de dios se divinizan, así como aquí existe Pepe el Vivo y su primo Alex Bibbo, allá existe Maradona y su discípulo Lionel Messi (lo siento chato, pero tu golazo no le sirvió al Barça, porque en la vuelta los eliminaron y porque no agarro ni reintegro). No sé porque no me desagradan tanto los chilenos, tal vez porque siendo ellos más conservadores y todo, en sus casi mayoría de edad demócrata supieron mantener un verdadero y desentadarizado liberalismo, y porque los pelucones del sur (a veces tengo ganas de resucitar la Logia de Pelucones del Perú, pero aquí prefieren el corte escolar) no tienen el desparpajo de seguir invadiendo y humillando a sus vecinos con tal de salir adelante, de hacer un sexto gol si ya hicieron cinco, siempre admiré la crueldad eficiente porque, verídicamente para ellos, es lo único que los sostiene a ellos y a empresarial privado, demostrando lo eficiente que puede ser la empresa pública cuando se propone carrera administrativa seria, pero ese es otro asunto. Ya me referiré a las habas chilenas (económicas, por supuesto) en otro post.



Bueno, volvamos a lo nuestro. ¿Qué me desagrada de los brasileños? Bueno, seamos sinceros: Ellos, a través de sus excelentes (en mayoría, porque también hay cada basura) novelas, algunas películas (felizmente, el cine brasileño tiene una tendencia más provinciana o más de culto a sus escritores), nos venden su identidad como la de personas muy amables, sin prejuicios, con la libre aceptación hacia las orientaciones sexuales de todos... solamente. Cuerpos esbeltos, capacidad adquisitiva, vida alegre en las playas, entre otras huevadas que creo pasaron a mostrarse a modo de cachita reiterativa después de Vale Todo o Dancin' Days. Pero quiero mostrarles dos cosas graciosas...



Hasta hace poco, Ana Paula Oliveira era una feliz juez de línea, con posibilidades para ser juez principal FIFA (un grado máximo dentro del arbitraje futbolístico). Conciente y orgullosa de su generosa anatomía morena, comenzó a incursionar en el modelaje hasta que ¡zas! Playboy Brasil no pudo resistirse a sus encantos ni a la posibilidad de explotar un nuevo fetiche en el imaginario sexual varonil: Un árbitro con un short muy muy corto, levantando el banderín y tocando el pitito de una forma pausada, sutil, al ritmo de las palpitaciones; una figura de autoridad femenina en un mundo (atención aquí) dominado por el sexo masculino, al parecer. Por supuesto que la señorita Oliveira, aceptó, ni tonta que fuera, ni prejuiciosa que fuera, porque las brasileñas al menos, no tienen complejos o algo que esconder, ¿verdad?



Bueno, las fotos no pienso compartirlas con ustedes y, como la mayoría de fotos de mujeres fuera de mi alcance, tienen fecha de vencimiento y por tanto serán eliminadas de este disco duro. A cualquiera con dos dedos de frente hubiese agradado que el público futbolero (hombres y mujeres), las autoridades deportivas y buena parte de la generalidad haya tenido esa capacidad de hacerse los locos, pero no... Oliveira fue desautorizada de continuar ejerciendo como juez asistente en cualquier liga profesional de fútbol brasileño. ¿Argumentos? Sí, según esta comisión, al presentarse en una forma tan poco recatada, perdería el respeto (ya bastante menguado de origen) que tendría dentro del campo de juego, disminuyendo su carácter de autoridad e incluso, arriesgándose a cierto tipo de ataques de parte de los futbolistas; eso y que también, al ser un personaje público y conocible por niños y adolescentes por su labor, les estaría ofreciendo una imagen inadecuada de sí misma.



Respuesta: Pues, todos los virtuosos parecen tener su límite. Parece que esa alegre forma de ser y esa mentalidad tan abierta que cimentaba el encanto carioca (tal como lo describió una blogger a la cual no añadí a mis favoritos pues me pareción muy prejuiciosa) llegó a su fin, o tiene ciertos espacios liberados. Tal vez existan posibles explicaciones más perversas, como que en el fondo la sociedad brasileña sea (a pesar de su apertura atlántica) tan pacata, machista y cerrada como la peruana o la chilena, que hay libertad absoluta para hombres y gays, pero para la mujer habrá sólo por y mientras sirva de objeto sexual y/u ornamental de otros, nunca por sí misma (osea, mientras sea la puta fácil o aquella que no rechaza ninguna "extravagancia").

Nunca me quedó claro eso, lo que me queda claro es que todo tiene un techo (que a veces puede ser muy desconcertante) y que en todo lugar se cuecen habras y se fríen cocos con mucho aceite.

3 comentarios:

Rain en ZQ. dijo...

Hola. Lo cierto es que en general, se me hace creíble que cada uno se desempeñe en lo suyo. Recuerdo a Susy Díaz con tremendo número en su trasero, para propagandizar su candidatura a congresista que logró con la votación de los peruanos que no le escatimaron su apoyo a la vedette.
De veras que no me pareció una congresista destacada.
Y no tengo nada en contra de la vedette si es que le gusta ser vedette. Entró a un terreno que no era el suyo. Y los resultados fueron los conocidos.
Si eres árbitro mujer y escogiste eso me parece algo menos que kitscht, que poses para una revista como Playboy.
Cada uno en su campo. Y no es que sea sexismo, pacatería,o gazmoñería, sino que te ubiques en tu campo, que tengas claro en dónde te mueves y cómo vas a repercutir en tu entorno.

Si me consideras prejuiciosa por ello (no soy la bloguera a la que te referías, recién leo este post) es que pones en un plano todo revuelto y crees que los que no lo revolvemos, somos prejuiciosos.

*


Ah, no he visto Casino Royal.

Nos aproximamos por Bergman. El cine acerca a la gente por vivencias y proyecciones.

Salute.

Raulín Raulón

Anónimo dijo...

eres un envidioso. Ya te gustaría a ti ser como los argentinos. Ellos son casi tan guapos como los españoles, no como tu, pringao

Anónimo dijo...

jajajaja, ok, como guste usted, señorita española...