Mis juicios de Nurnberg
(Para este post requiero la participación activa del lector. Si no es molestia y si es útil, revise los post que he linkeado, en especial el último, que pertenece a la primera temporada - qué huachafo me siento utilizando ese término -. Como decía De Madalengoitia, usted es el juez, así que cualquier comentario será tomado en cuenta para la decisión final)
A diferencia del caso J, el caso Timbiriche es también de aplicación general. Seamos honestos, todos nosotros, club de hombres feos, monses, muy inteligentes, chancados, polémicos, de pocos recursos, sin carro, antisociales, sucios monses, sin pose, buenos tipos, excéntricos y, en fin, con cualquier otro tipo de minusvalía con respecto a la atracción femenina: El que menos, tiene dos de ese tipo de amigas.
La verdad, ese supuesto lo he aplicado (y aplicaré) a más personas de las que mis dedos pueden abarcar. El gran problema surgió a partir de un error mío: Contárselo a una amiga que es feliz.
Volvamos con la honestidad al club de mondongos baratos: La felicidad embrutece tanto, que no deja ver el lado más racional del sufrimiento ajeno. La gente feliz es egoísta y están en su derecho, correcto, pues también es algo escaso. Por eso, no hay peor consejero que una persona crónicamente feliz, para mucho no sirve.
No debí decirle eso a una chica que, según ella, me tiene como amigo y, según yo, pues... no sé, yo tengo mis roles y relaciones bien definidos, y a veces me hace dudar, y a veces me hace sentir como si estuviera hablando con una flor o una impulsadora de Telefónica, fácil con una pared que no devuelve acústica.
¿Pero por qué ser tan radical, RR?
Muy simple, porque ya había llegado a un estado de emergencia. Tanto tiempo de acumular aguante de relaciones destructivas, disparejas, tantos años de tener la sensación de ser el secreto indeseable de ciertas personas o el diccionario chino de otras, me llevó a esa situación. Con algunas personas, lastimosamente, sólo existían dos opciones: Convivir en una mierda de amistad o una simple y digna nada; solía tener miedo a esta última opción, pero ya ves...
Es cierto. Ciertas cosas que hice de manera mediocre en mi vida, me dieron esa lección, la que tardé demasiado tiempo en aprender.
El amor, de pareja o hacia uno mismo, implica también exclusión, aunque los babosos sonrientes digan lo contrario. Para amarme necesito exorcizar ciertos fantasmas de mi vida, para amar a otra persona, debo limpiar su paso en el presente, sanear su posición para evitar cualquier amenaza y también sacar lo mejor de lo que ofrezco, libre de cualquier contaminación. En mi caso, en pleno proceso de Reestructuración, parte del Acuerdo es deshacerme de esas manchas.
¿No te quedarás sin amigos?
No, mis verdaderos amigos me entienden. La gente a la que sí le importo también, y sólo a ellos debo explicación y cuenta alguna. Sé que estoy ejecutando a diestra y siniestra, pero es por mi bien, y quienes saben de su significado en mi vida están seguros.
Felizmente, no soy siamés de nadie, puedo vivir solo.
¿Y si alguien vuelve?
Volverá a comenzar, si es que antes no fue eliminada, aunque sea difícil. No creas que estamos en las audiencias a generales del Furher o en las ejecuciones públicas de Fidel Castro; lamentablemente algo de clemencia he guardado, tal vez una parte prudencial. A veces tengo la sensación de ser injusto o impaciente con algunas personas, pero no puedo regresar sobre pasos firmes que ya he dado, y por último, las condené por pequeños gestos que me pintaron por completo su personalidad.
Quise encender un cigarro, porque habían preguntas que ya comenzaban a incomodarme y, sobretodo, ya estaba cerca la pregunta que no quería responder porque temía escuchar en voz alta esas palabras. Debo confesar que las había oido en mi interior, incluso mi billetera, La Negra Tomasa, me las mencionó alguna vez. Felizmente, nieto de puneños, capital folclórica de América, tiene un considerable repertorio de danzas evasivas.
¿Enamorarte?
¿Estás enamorada de mí? Qué raro que te interese mi vida sentimental fuera de la sola afición de chismear y para contarme de tu noviecito. Si no es así, no me entretengas.
Ay, Dios...
Lo sé, ni siquiera sabes de donde vengo, como desclasado y freak que soy no puedes presentarme a tus calabazas amistades, por tanto no te enamorarás de mí.
¿Por qué tan seguro? ¿Por qué no una oportunidad?
Porque seis años de tropiezos (cuatro contigo) ya te dan lecciones, y he llegado al sexto año con todo el cuerpo cansado, con un acorazado de coagulo increíble. Sólo eso te digo, no quiero correr riesgos. Como que tú fuiste testigo de muchos de esos momentos, ¿o crees que estaba sobreactuando?
¿De sufrir, de pensar en alguien, de llorar?
¿Llorar? No, ya me sequé. Algún día iba a suceder eso, ¿recuerdas? Y sucedió temprano antes que tarde, mira...
Puede que sea un demente y convierta esto en una versión a escala de los juicios de Nurnberg, ¿creen que esta mujer, con tantas preguntas, merece foratta también? Parece pensar que se trata de un juego...
¿Y yo? Pues por muchas más razones no estoy preparado ni dispuesto a buscar, mucho menos para encontrar.