La última y vieja parada
Después de haber finiquitado algunas cosas en la oficina y haber hecho unas compras en la tarde, decidí volver por mis pasos, por pasos mucho más viejos. Mi computadora saldrá de quirófano mañana, felizmente.
No quiero bajarme en Risso porque hoy me siento más solo que de costumbre y no quiero recordar algunas cosas. Las decisiones están tomadas, el caso J fue cómodamente archivado y de lo otro, más reciente y más importante, ya se enterarán. Igual, no bajo en Risso porque no quiero dar vueltas contra una corriente que yo mismo he impulsado. Mejor busco otra excusa placebo, que la pizzería Spadevecchia ya no funciona porque el Plaza Vea ocupó casi todo, dejando espacio sólo a adefesieras pollerías-karaokes-bares-de-muerte-mediocre. En Risso salí a ganar contra todo alguna vez, pero creo que ya conocen ustedes, lectores habituales, mi cautelosa conducta a decir de ACV, por decirlo de algún modo. Es bueno que no me incomode pensar en ello, no necesito medicación, he madurado y el tiempo me ha curado.
No podía evitar sentir cierta sensación de estupidez, por haber gastado más dinero del necesario, y sobretodo, cierta incomodidad al volver a estar cerca de ese edificio, El Dorado sigue llamándose. Sigo viéndolo desde el monumento a Raimondi, como veo hacia el parque de Don Bosco y el obelisco de Leguía. Luces tenues, me dirijo a esa cabina de internerd a la que había venido por primera vez hacía ya diez años, cuando aún estaba en el colegio, y que a partir de entonces se hizo escenario importante de mi adolescencia, decrecientemente.
Recuerdo que acuñé el término "Internerd" gracias a estas cabinas y a mi presencia en ellas, de luces tenues y espíritu aún lúgubre, ideal para esconder ideales incorrectos a falta de catacumbas. Hacía mis primeros malabares económicos para acceder a ese mundo nuevo para los adolescentes de entonces, nuevo y esperanzador para nosotros que optábamos por la certeza sexual que nos daba la idea de ver fotos de Pamela Anderson (u otras, según el grado de pericia del usuario) en lugar de la incertidumbre y (muy) posible frustración que nos otorgaría el hecho de que la chica ni siquiera quiera ir con nosotros a un velorio. Pese a haber superado esa etapa, no podía descartar totalmente que también había situaciones, sensaciones y hechos "clásicos", que no perdían vigencia o se asemejaban tanto al presente exacto que vivía, que no podía evitar creer que el tiempo es como una bola de helado.
Percibí el paso del tiempo en la erosión del precio. Había cargado conmigo el mismo monto que conseguía haciendo malabares económicos hace diez años, pero la competencia y la masificación del servicio había forzado a grandes empresas como esa a bajar sus precios, sin que eso signifique necesariamente un cambio en las características humanas de la clientela. Si en 1978 existía un Studio 54 para los más lanzas y avezados bailarines, en 1998 existía este local, que albergaba a una cofradía totalmente desvinculada, de miembros sin más comunidad que se afición por la tecnología, por el chat y el desarrollo de relaciones interpersonales en un mundo mucho más afable con ellos (nosotros) que el real; ni siquiera el tipo físico era común: Gordos, flacos, altos, chatos, blancos, negros, cholos, chinos, castaños, brunos y hasta rubios, con la común inadaptación social con la mayoría de sus contemporáneos y, sobretodo, contemporáneas.
27-Oct-2002: Y en apariencia, parece seguir siendo el templo de los anhelos para muchos. Un conocido sociólogo me dijo una vez que en cualquier metrópoli se necesitaban no sólo los ambientes grises, sino aquellos donde se pueda practicar furtivamente la cópula como un rito. Muchos se han olvidado de los masturbadores que me rodearon alguna vez y que, creo, también me rodean, aunque la hora haya bajado a tres soles; de aquellos que pueden aplacar el dolor del rechazo a través de ilusiones, de sueños conscientes y lascivos, de fotos de Natalia Paris.
Tal vez el hecho de esconderse en el refugio de los sueños impide que los tomen en cuenta, o que haya miedo de admitir que existe una gran masa de frustración curable. Existe el espacio de los realizados, los exitosos, los que "la hicieron" y aquí, donde estoy esta noche, están los que no "la hicieron". Hay quienes bajan porno, hay quienes ven fotos de modelos y yo estoy enganchado al MSN, esperando a que LMS se conecte para preguntarme "¿Quién eres?" y hacer estirar nuestra comunicación, aunque finalmente no alimente para nada, como un chicle. Es lo único que me importa esta noche.
Es cierto, no la hice, pero al igual que los otros, mi frustración busca una solución alternativa, aunque sea censurada y señalada. Voy a engañar a LMS, y ellos llenarán su mente de imágenes. Todos soñaremos a nuestra manera.
Prendí la computadora y abrí mis correos. Abrí otra ventana y aprete en el teclado un código diferente, el del blog de S. Jannelle, y no pude ingresar. Lo intenté una vez más, tampoco. Cambié de página para leer otros blogs y muchos otros tenían ese mismo problema, al igual que la página de youtube.
- Oye, dime - le pregunté al encargado -, ¿esta máquina tiene filtro de contenido?
- Sí, todas...
- ¿Desde cuando?
- Hace años...
- Lo dejo acá nomás, gracias.
Salí sin pagar los tres minutos que había ocupado la máquina. Encendí un cigarrillo y me fui aliviado de no haber gastado tanto, un sol más en favor de mí.
En el 2008, pues no mucho, ya todos nos hemos adaptado, de alguna u otra forma. Me preocupaba la nueva generación de fracasados, ¿qué espacios tendrá ahora? Sólo les quedará vencer o morir.
Yo volveré a mi casa, felizmente.
1 comentario:
No hay nada más jodido que las máquinas con filtro de contenido, que como bien explicas no necesariamente bloquean sólo "cosas porno", sino también inocentes blogs y videos.
Qué bonito que recuerdes la primera vez que entraste a una cabina de internet, yo también...fue en el año 2001, con una amiga...
Aguuur!
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